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sep. 07 de 2013

Por: Leidy Castaño, Unimedios



Integrar en las políticas públicas de los gobiernos las estrategias que utilizan indígenas y campesinos para enfrentar los problemas ambientales es una tarea pendiente en países como Colombia. Es un valioso conocimiento acumulado que puede apoyar el quehacer científico.

Las relaciones con lo rural siempre han sido complejas. Es común escuchar sobre la importancia de los conocimientos tradicionales de los campesinos, de los pueblos indígenas e, incluso, de los habitantes urbanos, pero es extraño encontrar proyectos que integren sus visiones y saberes en las soluciones reales que requiere el territorio nacional.

Un ejemplo clásico es el del manejo del agua, un tema vital en las áreas rurales. En épocas de fuertes torrenciales, los campesinos controlan el exceso de lluvia a través de técnicas de siembra y apertura de canales en
los potreros. Y en temporadas secas utilizan sistemas artesanales de riego, cuidan y limpian los nacederos y aljibes, siembran y hacen mantenimiento a los árboles –llamadores de agua– y construyen pozos destinados para la recreación en ríos y quebradas.
En general, hay propuestas encaminadas a la acción que confrontan los problemas ambientales y que tienden a consolidar redes sociales (familiares y comunitarias). Estas estrategias tradicionales son hoy, más que nunca, vitales para enfrentar los drásticos cambios que vive el planeta.

En el reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Colombia (PNUD), sobre la revisión de los riesgos del cambio climático en el país, se afirma que los impactos por este fenómeno se dan porque la mayor parte de la población se encuentra en las partes altas de las cordilleras, donde se prevén problemas de escasez hídrica e inestabilidad de los suelos.
Asimismo, en las costas, donde el aumento del nivel del mar y las inundaciones pueden afectar los asentamientos humanos y las actividades económicas, el país tiene una alta recurrencia de eventos extremos, con una creciente incidencia de emergencias asociadas al clima.
Adaptación al cambio

Astrid Ulloa, profesora titular e investigadora del Departamento de Geografía de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, asegura que en el país los pobladores locales han desarrollado, desde épocas milenarias, sistemas de conocimientos basados en la interacción con la naturaleza que deben ser tenidos en cuenta.
Son mujeres y hombres que saben enfrentar los ciclos climáticos y los fenómenos naturales y atmosféricos según las particularidades territoriales y culturales de los lugares donde viven.
Conocer estos aspectos permite aportar valiosos insumos a las políticas, planes y programas nacionales, regionales y locales sobre gestión ambiental. Incluso, con su ayuda, se podrían obtener datos o información cartográfica detallada, así como de las variables climatológicas.
Junto con investigadores indígenas y un equipo interdisciplinar de los grupos Cultura y Ambiente y Tiempo, Clima y Sociedad, de la Facultad de Ciencias Humanas de la UN, la profesora Ulloa lideró un proyecto que analizó las perspectivas culturales relacionadas con el tiempo atmosférico y el clima.
El trabajo lo realizó durante dos años en ocho zonas: Valle de Tenza (entre Cundinamarca y Boyacá), Fosca (Cundinamarca), Timaná (Huila), Cumbal (Nariño), Chorrera y Villazul (Amazonas), Bogotá, Alta Guajira y Alto Putumayo.
De forma paralela, se llevó a cabo un análisis de los escenarios nacionales e internacionales sobre políticas globales de cambio climático, así como también de toma de decisiones y de implementación de dichas políticas.
La investigadora asegura que surgieron estrategias culturales de manejo de la variabilidad climática desde los diversos pueblos indígenas, campesinos y pobladores urbanos, con los que se realizó el estudio.
Por ejemplo, las mujeres kamëntsá biyá (grupo que se distribuye en los departamento de Nariño, Putumayo y Cauca) siembran las semillas nativas en diversos momentos del año según se comporte el clima. Además, utilizan técnicas de cultivo ancestrales, que consisten en plantar en círculos en las partes altas.

Transformaciones ambientales

El proyecto "Perspectivas culturales y locales del clima en Colombia" –que contó con la financiación de Colciencias– recogió diversidad de voces. Un aspecto importante es que se trata de conocimientos sobre la naturaleza y el clima que entregan indicadores claros sobre la relación con el entorno.
Por supuesto, dice la profesora Ulloa, se tienen en cuenta las connotaciones en la concepción de lo sagrado, la tradición oral y las prácticas cotidianas y simbólicas, en las cuales se incluyen sanciones morales o castigos divinos (de acuerdo con la investigación lo llamado no humano).
Las predicciones climáticas que realizan los campesinos, indígenas y habitantes urbanos incluyen indicadores bastante amplios: astronómicos, meteorológicos, biológicos y físicos-geográficos; también tienen en cuenta aspectos corporales, sensoriales y cognitivos, así como simbólicos. Todo esto permite hacer pronósticos sobre cuándo llegará un año seco o uno lluvioso, cuáles son las mejores épocas de siembra, cuáles son los tipos de productos a sembrar o cómo debe ser la selección de animales para la crianza.
“Esa lectura, además, la hacen a través de categorías temporales. De corta duración o inmediatez: por días o por el paso de las golondrinas (que anuncian la llegada de lluvias). De mediana duración: por años, la primera salida de las aves o de las plantas al inicio de una estación. Y de larga duración: por generaciones o por la posición de los astros”, explica Ulloa.

Lo diverso

Si bien, nadie pone en duda el papel del conocimiento científico para encontrar respuestas a los problemas sociales, el saber tradicional no puede ser desconocido de forma unilateral.

Según la investigación, los pueblos indígenas coinciden en la necesidad de que se hagan valer y se fortalezcan sus conocimientos ancestrales, los cuales, en diversas situaciones históricas de transformaciones y alteraciones climáticas, han dado respuestas más evidentes para afrontar fenómenos como el cambio climático.
El ordenamiento y la gobernabilidad territorial y ambiental instaurados desde leyes ancestrales pueden ofrecer lineamientos para actuar en el presente.
La petición de pueblos indígenas de declarar sitios sagrados a páramos, lagunas y fuentes naturales, va más allá de un capricho cultural. Detrás hay toda una lógica de conservación del patrimonio ambiental: semillas para la alimentación, bosques para llamar el agua y calidad de la tierra para cultivar de forma sostenible.


Edición:

by SotoHoyos

No señores, no. No soy campesino. Mis manos están untadas de tinta pero no de tierra. Mi piel no está curtida y necesito bloqueador. Mis manos cuentan otra historia, la historia de quien ha tomado la comida en bolsa plástica, con cubiertos y servilletas. Mis manos son las manos de la ciudad. No sé el tiempo que demoró la papa en ser papa, el café en ser café o el plátano en ser plátano. Desconozco las dificultades de arar la tierra, las técnicas, las herramientas necesarias, soy ignorante. No sé cómo se debe regar un cultivo, ni tampoco cómo recoger una siembra. Detrás de un libro, de un escritorio, podría aprenderlo, pero no sentirlo. No sé cultivar mi propia comida.

Podrán decir que por ello no debería hablar, pero no, no señores, se equivocan. Puedo hacerlo. Y lo voy a hacer. Mi ignorancia en temas agrícolas no es sinónimo de ceguera, de estupidez, por el contrario es la ignorancia infantil de quien ve algo que no comprende pero no por ello deja de ser una sorpresa, un milagro. Admiro esos conocimientos, los respeto, los agradezco. Agradezco, sí señores, agradezco, a quienes bajo el frío de una helada matutina o el cansancio de una jornada soleada, conocen la tierra, conocen su olor y hacen de su oficio un rito, una ceremonia. Agradezco la papa que llega a mi plato, la yuca que está en mi sopa, el arroz sagrado de todos los días. Pero sobretodo, doy gracias por el sabor, por la calidad de las frutas y las verduras que una tierra que veo como paisaje me dan. Y lo agradezco más cuando sé que en otros lados ese sabor no es igual, esa variedad es difícil de conseguir. Doy gracias a las personas que, a diferencia mía, no son ignorantes, sino conocen los ciclos de la tierra, los tiempos y los climas, las semillas y el abono. Les doy gracias porque sin sus manos untadas de tierra, las mías no estaría untadas de tinta...Ver más


..." El mundo ha empezado a buscar desesperadamente áreas para cultivo, en particular para granos. Los Llanos Orientales colombianos aparecen como uno de los lugares privilegiados en el planeta, rico en agua, biodiverso e inexplotado. Si Colombia logra resolver problemas críticos como la acidez de la tierra y la carencia de infraestructura de transporte, y si tiene la capacidad para consolidar un sistema ambiental y socialmente sostenible, podría ser uno de los grandes proveedores de alimentos del planeta..."Para hacer una agricultura moderna, las organizaciones requieren de economías de escala que solo se logran con extensiones mayores a 10.000, 15.000 o 20.000 hectáreas, además de inversiones en infraestructura, ciencia y tecnología”, dice el ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo". Ver más


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