Encomiando al Café

En la mañana recién levanto no hay nada mejor que añorar una buena taza de café, y es que el solo hecho de mencionarlo ah!!!, hace que su aroma penetre puertas y ventanas hasta llegar a mi cuarto y se me quede en la punta de la nariz, es entonces esa impresión de sentirlo en mis alrededores la que me hace levantar de la cama y me lleva a la cocina a prepararlo, a buscarlo, a sentirme una con él, a dejar que su sabor me sorprenda a diario como si fuese la primera vez que lo voy probar o a olfatear, adicionalmente porque el café no es solo ese placer, ese momento de consumirlo en casa o donde sea, sino que es también una película de memoria, un recorrido, unas manos, un campo y más. 


El buen café me recuerda a casa, primero a mi abuelo, ese ser único y sabio que sabe que una buena taza de café hace que la mañana comience mejor, que no hay nada mejor que el recorrido de su aroma perdurando en casa, que además un café le quita el sueño a uno durante el día y por supuesto sabe que como el café Colombiano no hay mejor. Bueno, claro está, eso estaría sujeto a decir que nos referimos a ese café Colombiano que viene de la pequeña finca productora o de la feria artesanal de mercado, no el de esas grandes empresas que por lo general lo sacan para exportación y dejan lo “peorcito” para uno, que lo rinden, o aún peor, que para asegurar su calidad y sabor son capaces de experimentarlo en animales para así probar que el de ellos es el “mejor”, o agravándolo incluso más, saber que es un café que se importa desde otros lugares del mundo y que si uno se fija es café a gran escala que finalmente se vuelve desabrido para nuestro paladar. 

Pero bueno retomando, el café también me recuerda a mamá, ese ser único que me instruye cada mañana, ama tanto el café que por obvias razones me enseño a disfrutar, anhelar, consumir y preparar un buen tinto, porque bueno no sé cómo se le llama afuera al café en términos de bebida, pero en Colombia le decimos tinto, más específicamente en Bogotá, porque en algunas partes del eje cafetero lo conocen como pintao, y con tanta diversidad en mi país no me sorprendería que tuviese más nombres. 

Además el café me recuerda momentos sociables, me explico, por ejemplo es delicioso salir con los amigos luego de una densa clase, tomarse una taza de café y si la ocasión lo amerita (como casi siempre lo es) compartir algún tipo de discurso bien sea político, social, ambiental, sentimental o lo que sea, un discurso bien “echado” para poderlo debatir de la misma manera. Esa es una sensación única más porque a la final saca muchas risas a volar. Así mismo es ideal para cualquier tipo de reunión compartir un tintico sin importar la gente con la que se cuente, puesto que uno puede hablar alrededor de él y disfrutar como su aroma se mueve en el aire alrededor de las palabras. 

Fue así como lo disfrute en el bello Cauca, (compartiendo la anécdota) cuando en casa de una gran amiga campesina, Araseli, compartí de un café que ella conoce íntimamente desde la siembra hasta la preparación en su hermosa cocina a leña. Y no solo se limitó a darme su receta de hacerlo (quien la prepara con harina de arveja para que la cafeína no le afecte), sino que me enseño paso a paso como cosechar y procesar ese café. Eso para mí fue una de las experiencias más valiosas que aprendí junto a una gran familia campesina y que hace que le coja aún más cariño a esa tasa vinotinta. 

Lo que más amo yo del café es ese delicioso sabor que deja en la boca una vez se bebe ummm. Cuando uno se siente mal no hay nada más reconfortante que beberlo, o bien si uno tiene frío, o con sueño también funciona, cómo se siente de bien que sea como un pequeño chip que despierta, aunque jajaja debo confesar que no siempre me funciona como chip, pero en general en cualquier estado de ánimo beberlo está bien. 

Solo sé que el café y cuanta receta haya de él me genera una placidez absoluta, pues las mañanas siguen siendo bellas mientras tengo su compañía en mi alacena, además percibir un vago aroma de él en los sueños nos hace saltar de la cama a prepararlo… 

Lo que me recuerda que siempre ando buscando alguna cosa nueva en él; su aroma, Ah! ese aroma que promete tanto, nada apetece más que sentir su perfume y deleitarme hasta extasiarme día a día con el vinotinto en el cuerpo. 

Alejandra Gamba

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